Científicos Fermentaron Miso En El Espacio Y Su Sabor Resultó Diferente Al De La Tierra.

Prefermentación de miso envasado antes de su envío a la Estación Espacial Internacional
Prefermentación de miso envasado antes de su envío a la Estación Espacial Internacional. Crédito: Jimmy Day

 Estar en el espacio impacta las formas de vida que evolucionaron en la Tierra. Esto aplica a los numerosos cambios (algunos desagradables) en el cuerpo humano, pero también a los microorganismos, desde los que viven dentro, sobre y alrededor de nosotros, hasta los que utilizamos en nuestros alimentos. El miso es una pasta de soja fermentada que los científicos ya han logrado elaborar en la Estación Espacial Internacional (EEI).

En marzo de 2020, investigadores enviaron un pequeño recipiente con el "futuro miso" a la EEI. Permaneció allí durante 30 días, fermentando y convirtiéndose en miso. Dos lotes de miso de control se fermentaron en la Tierra: uno en Cambridge, Massachusetts, y el otro en Copenhague, Dinamarca. El miso espacial tenía un olor y un sabor similares a los dos de la Tierra, pero tenía un sabor más a nuez y tostado.

“Existen algunas características del entorno espacial en la órbita baja terrestre, en particular la microgravedad y el aumento de la radiación, que podrían afectar el crecimiento y el metabolismo de los microbios y, por lo tanto, el funcionamiento de la fermentación”, declaró el coautor principal Joshua D. Evans, de la Universidad Técnica de Dinamarca. “Queríamos explorar los efectos de estas condiciones”.

Al comparar el miso terrestre con el espacial, el equipo encontró diferencias más allá del sabor. Al analizar las comunidades microbianas, se hizo evidente que, si bien la fermentación es posible en el espacio, existen diferencias en cómo prosperan los microbios, lo que podría afectar no solo la producción de futuros alimentos, sino también nuestra salud.


“La fermentación [en la EEI] ilustra cómo un sistema vivo a escala microbiana puede prosperar gracias a la diversidad de su comunidad microbiana, lo que pone de relieve el potencial de la vida en el espacio”, explicó la coautora principal Maggie Coblentz, del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Si bien la EEI suele considerarse un entorno estéril, nuestra investigación demuestra que los microbios y la vida no humana tienen autonomía en el espacio, lo que plantea importantes cuestiones bioéticas sobre la eliminación de plantas y microbios de su planeta natal y su introducción en entornos extraterrestres.

Diversas investigaciones han demostrado que la EEI alberga ahora microbios que se han separado de sus homólogos terrestres. La EEI se reabastece periódicamente, pero si la presencia humana en el espacio continúa expandiéndose, la producción y preparación de alimentos cobrará cada vez mayor importancia. Este experimento es un inicio de lo que es posible, pero se enmarca en un debate mucho más amplio.

“Hemos utilizado algo tan fundamental como la comida como punto de partida para generar debates sobre las estructuras sociales en el espacio y el valor de los roles domésticos en los campos científicos y de ingeniería”, afirmó Coblentz.

“La forma en que diseñamos sistemas en el espacio transmite un mensaje contundente sobre quién pertenece allí, quién está invitado y cómo experimentarán esas personas el espacio”.


El estudio se publica en la revista iScience.

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