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Ahora tenemos una buena comprensión de dónde ocurrió. Imagen: Pixabay |
Es un hecho bien conocido (y algo extraño) que el Homo sapiens y los neandertales se cruzaron. Si bien investigaciones previas han explorado cuándo ocurrieron estos encuentros, los hallazgos han revelado dónde exactamente ocurrió.
Los científicos analizaron en detalle la distribución geográfica de ambas especies en el suroeste de Asia y el sureste de Europa en torno a la época en que sabemos que se cruzaron, durante el Pleistoceno Tardío.
Esto reveló un lugar claro donde las dos especies humanas se superpusieron y probablemente se cruzaron: los Montes Zagros, una larga cordillera en la meseta persa que se extiende a lo largo de las fronteras actuales de Irán, el norte de Irak y el sureste de Turquía.
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Fotografía satelital de los montes Zagros. NASA - 1992 |
Los Montes Zagros habrían sido un lugar ideal para el encuentro de ambas especies. La región cuenta con una biodiversidad y una topografía diversas capaces de albergar grandes poblaciones humanas estables. Además, podría haber acogido a humanos de otras partes del planeta durante los cambios climáticos del Pleistoceno, actuando como un corredor que conectaba el reino Paleártico, más frío, con el reino Afrotropical, más cálido.
La ubicación también concuerda perfectamente con el registro arqueológico y la evidencia genética. La región de los Montes Zagros es rica en yacimientos arqueológicos que contienen restos tanto de neandertales como de Homo sapiens prehistóricos.
El legado de este intercambio interespecies aún perdura. En 2010, los científicos descubrieron que el Homo sapiens y los neandertales se cruzaron, cuando secuenciaron por primera vez el genoma completo del neandertal.
Tras investigaciones posteriores, se reveló que entre el 1 y el 4 % de los genomas de todos los humanos no africanos vivos en la actualidad provienen de los neandertales. Estos genes continúan influyendo en muchos aspectos de nuestra apariencia y comportamiento, desde narices más grandes y umbrales de dolor más bajos hasta una mayor vulnerabilidad a la COVID-19 y la depresión.
El estudio se publicó en la revista Scientific Reports.
Una versión anterior de esta historia se publicó en 2024.