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Las conspiraciones sobre el 5G varían en sus extremos, pero todas comparten el temor a la influencia de la radiación invisible emitida por las torres y los dispositivos móviles. Imagen de torstensimon en Pixabay |
Los resultados ya están disponibles y por fin sabemos qué les sucede a las células humanas expuestas a las señales 5G. En un experimento sellado en la Universidad Constructor de Alemania, científicos bombardearon células cutáneas humanas con ondas electromagnéticas diez veces más potentes que el límite de exposición recomendado, muy superiores a las producidas por las torres 5G, durante un máximo de 48 horas. Los resultados fueron contundentes: no ocurrió nada.
El experimento fue el más riguroso hasta la fecha y desafía directamente el mito común de que las señales inalámbricas 5G causan daños.
El estándar 5G en la tecnología de comunicaciones móviles se introdujo debido a la enorme cantidad de datos que se transmiten a través de las redes móviles. Básicamente, utilizamos la tecnología de internet más que nunca y, a medida que aumenta su uso, aumenta la demanda de velocidades más rápidas, menor latencia y mayor capacidad. Sin embargo, para algunas personas, esta razón básica esconde motivos más siniestros.
Durante la pandemia de COVID-19, comenzaron a circular rumores que vinculaban las torres 5G con el virus. El alcance de estas afirmaciones conspirativas variaba desde la preocupación por las consecuencias para la salud de la radiación invisible proveniente de las torres hasta quienes creían que se instalaron como parte de un esfuerzo más amplio para convertirnos a todos en zombis. Nota al margen: resulta irónico que la tecnología que estos teóricos de la conspiración demonizaron les permitiera difundir sus ideas a un público más amplio a un ritmo más rápido y con menos retrasos.
Pero, en cualquier caso, la propagación de estas creencias se basó principalmente en un malentendido sobre la tecnología y los efectos de los campos electromagnéticos en nuestra salud.
Desde el momento en que estas teorías conspirativas comenzaron a difundirse en línea, los científicos intentaron corregir la narrativa enfatizando que las ondas de radio de baja energía utilizadas en las tecnologías telefónicas no producen radiación ionizante, que causa cáncer u otras enfermedades (los teléfonos móviles emiten lo que se llama radiación de radiofrecuencia, que no es ionizante).
Pero a pesar de estas afirmaciones, la investigación sobre los efectos de las ondas de alta frecuencia, como las utilizadas en el 5G, ha recibido menos atención. Quienes habían evaluado este rango de frecuencia habían sido criticados por deficiencias metodológicas, como la falta de condiciones ciegas, controles de temperatura y métodos estadísticos transparentes.
El nuevo estudio intentó cambiar esta situación y representa el estudio más riguroso jamás realizado sobre este tema.
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Durante la pandemia de COVID-19, comenzaron a circular rumores que vinculaban las torres 5G con el virus. Imagen de Ria Sopala en Pixabay |
El equipo tomó dos tipos de células cutáneas humanas, conocidas como queratinocitos (células externas de la piel) y fibroblastos (células que forman el tejido conectivo), y las expuso a ondas electromagnéticas de diferentes frecuencias (27 GHz y 40,5 GHz). Estas frecuencias son significativamente más altas que las producidas por la mayoría de las torres 5G, pero el equipo también experimentó con su intensidad. Utilizaron fluctuaciones de potencia que variaron desde una exposición relativamente baja hasta una diez veces superior a los límites de exposición permitidos.
Las células se monitorizaron durante dos ventanas de exposición: 2 y 48 horas.
Los investigadores realizaron la secuenciación completa del ARN del genoma para medir cualquier cambio en la actividad genética de las células, así como matrices de metilación del ADN, que pueden ofrecer información sobre la regulación de la expresión génica.
Finalmente, tras concluir su análisis, el equipo no encontró nada preocupante.
“Nuestros resultados muestran con gran claridad que en las células cutáneas humanas, incluso en las peores condiciones, no se observan cambios significativos en la expresión génica ni en los patrones de metilación tras la exposición”, explica el equipo en su artículo.
“Debido a la heterogeneidad de estudios previos, diseñamos un experimento integral que incluye variaciones en el tipo de célula, la densidad de flujo de potencia, la frecuencia y el tiempo de exposición a los campos electromagnéticos 5G con compensación del aumento de temperatura”.
Las pruebas se realizaron en una instalación de exposición que permitió la monitorización ciega de la exposición y la temperatura. Además, incluyeron dos grupos de control: células expuestas a luz ultravioleta y células que recibieron una exposición simulada (se manipularon exactamente igual que las células de prueba, pero no se expusieron a los campos electromagnéticos 5G). Los resultados mostraron que las únicas células que experimentaron cambios fueron las expuestas a la luz ultravioleta, y que dichos cambios eran predecibles.
Pero ¿podría el azar haber influido en estos resultados? Para evitarlo, el equipo también utilizó una técnica que barajó las etiquetas de las células expuestas simuladamente y las expuestas correctamente cientos de veces. Esto les permitió comprobar si la señal de alguna alteración genética era perceptible en comparación con la asignación aleatoria. Esto también resultó negativo.
“En general, los datos no muestran indicios de que la expresión génica y la metilación de las células cutáneas humanas se vieran alteradas por las condiciones de exposición seleccionadas”, concluye el equipo.
Este trabajo refuta por completo los mitos, conceptos erróneos y teorías conspirativas que rodean a las redes 5G.
A pesar de las evaluaciones de la OMS en 2010 y del Programa Nacional de Toxicología (PNT), este tema sigue siendo relevante en los medios de comunicación, la opinión pública y la esfera política. Esto se debe en parte a algunos estudios científicos aislados que aportan evidencia contraria, explican los autores.
Gracias a nuestro gran énfasis en condiciones experimentales altamente controladas y a nuestro análisis combinatorio, esperamos zanjar este debate y, en particular, arrojar dudas fundamentales sobre la existencia de posibles efectos biológicos no térmicos de la exposición.
El estudio se publica en PNAS Nexus.