Decir Una Palabrota En Particular Aumenta Tu Tolerancia Al Dolor



Si alguna vez te golpeaste el dedo del pie en presencia de niños pequeños, comprenderás la sensación de pánico que se eleva desde adentro cuando tu cuerpo está llorando para gritar una palabrota, pero debes censurarte por el bien de los inocentes. Para muchos de nosotros, decir palabrotas cuando tenemos dolor es un reflejo tan incontrolable como un estornudo, y una nueva investigación ha revelado que lo hacemos con buenas razones, ya que las palabrotas específicas en realidad pueden aliviar la sensación de dolor. Los hallazgos, publicados en la revista Frontiers in Psychology, utilizaron estudios sobre el dolor para investigar los beneficios de las palabrotas y descubrieron que algunas palabras son más efectivas que otras.

El mecanismo exacto a través del cual las palabrotas alivian las experiencias dolorosas sigue sin estar claro, pero la mayor parte de la investigación realizada en esta área ha sido llevada a cabo por Richard Stephens, psicólogo de la Universidad de Keele en el Reino Unido. Su primera epifanía profana se produjo cuando se descubrió que decir palabrotas podría ayudar a los participantes en un estudio realizado hace más de una década a tolerar que su mano se sumerja en agua helada, una prueba común utilizada para medir el dolor.

La investigación de seguimiento de la prueba de la mano fría descubrió que el efecto hipoalgésico (es decir, qué tan efectivo es algo para aliviar el dolor) de maldecir se vio afectado por la cantidad de groserías que las personas decían en su vida cotidiana. Aquellos que maldijeron mucho recibieron menos beneficios al pronunciar las palabras groseras que aquellos que se abstuvieron de maldecir la mayor parte del tiempo. Y los poderes curativos del lenguaje ofensivo no terminaron allí. La investigación de Stephens también descubrió que los efectos curativos del lenguaje grosero podían trascender el lenguaje, ya que los gestos tabú como mostrar el dedo medio también tenían un efecto beneficioso cuando uno se sentía adolorido.

Es inevitable lanzar una palabrota si apuntas mal.


En su última investigación, junto con su colega Olly Robertson, Stephens investigó el impacto de cambiar los improperios al probar cuánto tiempo los participantes podían soportar sumergir su mano en agua helada. Querían explorar si palabras específicas eran más efectivas o si los improperios inventados, como "Frouch", podrían tener algún beneficio analgésico.

Retaron a 92 participantes a ver cuánto tiempo podían mantener su mano en agua de 3 a 5 ° C mientras repetían cuatro categorías de palabras. La primera fue una palabrota convencional, como "mierda" (en inglés fue "Fuck" y escogí esta en español porque..es corta y va por ahí), luego una palabra neutral que fue elegida por el participante como "mesa", y finalmente dos palabrotas inventadas seleccionadas por los experimentadores. Junto a "fouch", eligieron la palabra pegadiza "twizpipe". Se encontró que la palabra M (o "F") mejoró el umbral de dolor de los participantes en un 32 por ciento en comparación con las palabras neutrales e inventadas, que no tuvieron ningún beneficio en absoluto.

"Si bien no se entiende correctamente cómo las palabras groseras ganan su poder, se ha sugerido que las palabrotas se aprenden durante la infancia y que el condicionamiento clásico aversivo contribuye a los aspectos emocionalmente excitantes del uso de palabras groseras", escriben los investigadores en su artículo. "Esto sugiere que cómo y cuándo aprendemos palabras groseras convencionales es un aspecto importante de cómo funcionan".

Entonces, la próxima vez que te atrapen dejando que la palabra M (o alguna relacionada a Madre) se escape después de un impacto en el dedo chiquito del pie, no dudes en mostrar este artículo como tu defensa.


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