Escaneos Cerebrales Confirman Que Hay Una Parte De Ti Que Sigue Siendo 'Tú' A Lo Largo De Tu Vida

Foto: Stefan Keller /Pixabay 

En el centro mismo de tu identidad, un núcleo de conciencia de tí mismo combina recuerdos del pasado con las sensaciones fugaces del presente y agrega un toque de anticipación al futuro.

La cuestión de si este sentido continuo de "tú" es tan sólido como se siente ha intrigado a filósofos y psicólogos a lo largo de los siglos. Un nuevo y pequeño estudio psicobiológico interviene, observando escáneres cerebrales para concluir que al menos una parte de ti es realmente consistente a medida que creces y envejeces.

“En nuestro estudio, intentamos responder a la pregunta de si somos la misma persona a lo largo de nuestra vida”, dice Miguel Rubianes, neurocientífico de la Universidad Complutense de Madrid.

"En conjunto con la literatura anterior, nuestros resultados indican que hay un componente que permanece estable mientras que otra parte es más susceptible a cambiar con el tiempo".

La auto-continuidad forma la base misma de la identidad. Cada vez que usa la palabra "yo", se refiere a un hilo que une una serie de experiencias en el tapiz de su vida, que representa una relación entre el yo de tu juventud con uno que aún no ha emergido.

Sin embargo, la identidad es más que la suma de sus partes. Considera la alegoría del barco de Teseo, o la paradoja del hacha del abuelo: una herramienta que ha reemplazado su mango, así como su cabeza, pero sigue siendo de alguna manera el mismo hacha que perteneció al abuelo.

Si nuestras experiencias nos cambian, intercambiando componentes de nuestra identidad con cada ruptura del corazón y cada promoción, cada enfermedad y cada ganancia inesperada, ¿podemos realmente decir que nos vemos hoy como la misma persona que éramos cuando teníamos cuatro años?

Se le puede perdonar por pensar que esto suena más a una mirada filosófica al ombligo que a algo que la ciencia pueda abordar. Pero hay perspectivas que la psicología, e incluso el cableado de nuestra programación neurológica, pueden desarrollar.


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¿Cambia nuestro ser con cada experiencia vivida?

Rubianes y su equipo se centraron principalmente en el "cómo y cuándo" de la neurología que trata con rostros familiares, basándose en investigaciones previas que sugieren que el autorreconocimiento visual puede funcionar como un indicador para establecer una conexión con la propia impresión de sí mismo.

En lo que se conoce como efecto de autorreferencia, hacemos un mejor trabajo al recordar o reconocer información si está relacionada personalmente con nosotros de alguna manera, como ver nuestro propio rostro en una fotografía.

Si bien hay mucha evidencia que respalda la existencia del fenómeno, el momento exacto y los mecanismos del proceso en nuestro cerebro siguen siendo una pregunta abierta.

Estudios contradictorios han resaltado diferentes procesos neurológicos para distinguir nuestro propio rostro de los demás, por ejemplo, cada uno de los cuales destaca diversas regiones del cerebro que se utilizan para reconocer y atribuir significado a conjuntos de características familiares.

Determinar los tipos de actividad neurológica involucrados puede decirnos si simplemente nos desencadena el reconocimiento de nuestro propio rostro, como conocer a un viejo amigo, o si establecemos una conexión real con el yo que representa, tanto en el pasado como en el presente.

Para resolver esto, el equipo realizó una tarea de reconocimiento con un grupo de 20 estudiantes. A cada uno se le presentaron 27 imágenes, incluidas algunas de su propio rostro, el rostro de un amigo cercano y un rostro desconocido, todas en diferentes etapas de la vida.

Cada imagen aparecía en la pantalla un segundo a la vez, durante el cual el participante tenía que presionar un botón para identificar a quién veía: a sí mismo, a un amigo o a un extraño. Un segundo ensayo les pidió que identificaran la etapa de la vida de la persona: niñez, adolescencia o adultez.

Mientras tanto, docenas de electrodos estaban ocupados explorando la mezcla de ondas cerebrales que zumbaban de su materia gris, pintando un mapa de actividad.

Ese mapa, y el momento de las respuestas de los participantes, sugieren fuertemente que nuestra impresión de nosotros mismos, ese sentido de "yo", se actualiza a lo largo de nuestra vida, dándole estabilidad. Realmente procesamos ese retrato espaciado de nosotros en cuarto grado como nosotros mismos, y no solo una imagen familiar de un niño que comparte nuestros recuerdos.


 Ese sentido de "yo", se actualiza a lo largo de nuestra vida, dándole estabilidad.

El estudio también descubrió similitudes interesantes en cómo procesamos las impresiones de nuestro yo pasado y las de nuestro amigo cercano, insinuando una complejidad en la forma en que el tiempo podría moldear las impresiones de nuestra identidad.

Por supuesto, es importante tener en cuenta que este estudio se realizó con un tamaño de muestra pequeño y está lejos de ser la última palabra sobre el tema.

Pero descubrir que hay un fundamento neurológico rígido para nuestro sentido de identidad que se modifica con el tiempo y la experiencia refleja claramente otros estudios que sugieren que también hay influencias culturales sobre cómo percibimos la identidad.

Es significativo que las descripciones neurológicas de los bits cerebrales específicos responsables de diferenciar uno mismo de un extraño pueden ayudarnos a comprender mejor por qué algunas personas no comparten esta impresión.

Las alteraciones en ese hilo de reconocimiento a menudo definen afecciones como la esquizofrenia, lo que pone a las personas en mayor riesgo de autolesión.

"Esto demuestra la importancia de la investigación básica y clínica por igual en el estudio del papel de la identidad personal, ya que este promete ser un concepto mucho más importante de lo que se pensaba anteriormente y puede jugar un papel fundamental en los procesos de evaluación e intervención psicológica", dice Rubianes.

Algunos días, todos sentimos un poco como si no estuviéramos seguros de quiénes somos. Tenga la seguridad de que es muy probable que en el fondo de su cerebro siempre esté allí.


 Esta investigación fue publicada en Psychophysiology.

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